viernes, 27 de mayo de 2011

¡Así limpiaban, así, así, Así limpiaban, así, así, Así limpiaban que yo lo vi!

Creo que el artículo 21 de la Constitución Española no le ha quedado claro a los de arriba “Se reconoce el derecho de reunión pacífica y sin armas. El ejercicio de este derecho no necesitará de autorización previa”. Esta misma mañana, el presidente de la Confederación Empresarial de Madrid (Ceim) y de la Cámara de Comercio de Madrid, Arturo Fernández, ha declarado que no sólo está siendo perjudicado el comercio en Madrid, sino que además se está dañando su imagen  y que van a actuar en su contra “con todas las de la ley” Y yo me pregunto, ¿se puede ilegalizar la Constitución? ¿no es acaso La Constitución la ley?
Empecemos por los comerciantes ¿Cuántos empresarios se pueden permitir el lujo de abrir un comercio en la Puerta del Sol? ¿Cuánta gente tiene la posibilidad de trabajar en pleno centro de la capital de España? Es más, ¿quién se puede permitir trabajar? Como reza mi pancarta, tengo una carrera, un máster (esperemos ¬¬) y cinco idiomas. Estoy sin un puto trabajo, aunque sea de mierda, además de no saber qué va a ser de mi vida dentro escasos días, ya ni digo dentro de meses. Hablo por mí, pero hay miles y miles de jóvenes más que cualificados sin empleo ni una casa donde poder vivir dignamente sin la necesitad de estar hasta los 30 años (o más) en la vivienda de sus progenitores. No creo que se quejen los comerciantes, sino las cabecillas que sustentan el negocio, los empresarios. Parad el “chabolismo” en Sol, señores indignados, que después de días de ayuno de los grandes empresarios de la zona se les está empezando a resentir su riqueza mórbida.
Y ahora la imagen y el turismo. Cada vez que vuelvo a casa con mi pancarta al hombro, los extranjeros no sólo nos felicitan por la enorme labor que está haciendo el pueblo frente a los banqueros o la clase política, sino que me muestran su admiración por cómo se está haciendo. Además, en la concentración hay muchísimos extranjeros apoyándola: italianos, griegos, islandeses, estadounidenses y franceses. Todos los ojos están puestos en Madrid, sí, pero alentando no exactamente a los de arriba, sino al movimiento pacífico que se ha generado para denunciar los excesos económicos y políticos que se están llevando a cabo en nuestro país. El panorama internacional está de parte de los indignados. Así pues, Sssssh, ¡callaos! Estáis dañando la imagen de Madrid destapando numerosas verdades de la ciudad. Callad, que no se enteren los de fuera de la de mierda que hay acumulada en los intestinos del país y más concretamente, en la capital.
Por último, toda mi solidaridad con los concentrados en Barcelona. En Madrid han estado los equipos de limpieza trabajando en la zona de acampados y no ha sucedido absolutamente nada. Pero nada, ¿a qué viene toda la brutalidad que se ha llevado a cabo en la Plaza de Cataluña? Dicen que sencillamente para limpiar, pero podrían plantearse, antes de volver a realizar tan desmesurado esfuerzo, echar un ojo por el Parlamento: allí sí que hay ponzoña acumulada desde hace décadas. Si quieren limpiar, que empiecen por allí.

jueves, 26 de mayo de 2011

15 M: Una batería de deseos

Sobran los motivos y de sobra se darán argumentos al gobierno desde Democracia Real Ya para que cambien los de arriba su forma de gobernar. 

http://www.democraciarealya.es/

No sólo aportaremos quejas sobre lo que está sucediendo en la política actual, sino que presentaremos todas las soluciones posibles para cambiar la situación en la que nos ha sumido este gobierno y muy posiblemente el siguiente. En las Plazas de nuestros barrios y sobre todo en Sol, se está haciendo más política que en el parlamento en muchos años. Pero no escribo para apoyar sus proclamas (que también), sino para transmitir mi más profundo asombro por cómo se está llevando todo esto. Nunca había vivido tanto civismo por parte de una concentración o manifestación. Los de la plataforma de Respeto luchan por este valor con educación, prudencia y responsabilidad. Y yo, que me creo muy responsable y cívica, me vi expulsada de una de las cúpulas de cristal donde ya había puesto mi bandera territorial. Han prohibido subirse ahí arriba, ya sabemos que eso no se va a caer, pero lo dice la asamblea: no les demos motivos para que nos echen, nuestra presencia y las palabras serán nuestra mejor arma. Y así fue cómo, lista de mí, perdí mi fantástica panorámica de la Puerta del Sol. Ahora busco un hueco entre el público a través de unos pasillitos delimitados por líneas amarillas. El tránsito ha pasado de los codazos a poder dirigirse a cualquier calle de la zona de manera fluida. Han limpiado todas las pintadas de los escaparates de los días anteriores, han retirado de los pequeños comercios todo tipo de carteles y ayudan a los equipos de limpieza a recoger toda la basura del suelo y a barrer. Allí no hay borrachos, aunque se permiten alguna que otra cervecita para combatir el calor. Se equivocan quienes piensan que esta iniciativa es un botellón o una fiesta. Se hace política sobria y alegremente, que no es lo mismo.

Otro aspecto que me tiene fascinada es la gran creatividad del pueblo a la hora de inventar pancartas de manera material o verbal, la capacidad reflexiva de la sociedad, que pega sus pensamientos en folios en cualquier parte, desde las cúpulas de cristal (núcleo) hasta cuerdas donde se tienden a sacar miles de folios. Vivimos rodeados de poetas, ¿dónde se habían metido? Os dejo una reflexión de mi padre:

“Ignoro qué es lo que cuelga exactamente del hilo,... acaso de cada pinza una idea,... de cada color un pensamiento,... De la ristra de pinzas toda una colada en pos de sol, calor y viento,... No sé exactamente,... ¿una serie de sentimientos?,... ¿una batería de deseos?,...”.

Sí, son los deseos que no caben en estas urnas.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Educación para subnormales

Porque tenemos que partir de la base de que cualquier estudiante puede serlo, ¡viva la educación para todos! No concibo la sintaxis sin los sintagmas, de hecho, desde que recibo clases de lengua, no recuerdo ningún momento de mi vida en el que viviera desinformada de su existencia. Mi hermana de 12 años no sé desde cuánto conoce la existencia de los sintagmas, pero los niños de 3º de ESO en la escuela pública todavía no lo saben (o al menos no el instituto en el que estoy de prácticas). Y no se los menciones, no vaya a ser que los pobres tonticos se trastornen, que eso es información para niños de otros cursos más avanzados. El currículum actual no me parece sostenible por muchísimos motivos, pero esto es como la Constitución, que ya puede ser de la Edad Media que lo que está escrito oficialmente no se toca, no se juzga, no se modifica, no se pone en duda. Es increíble, porque considero que los niños, independientemente de cualquier época, son siempre intelectualmente iguales, sólo evoluciona la materia que se les imparte y cómo se la imparten. Ni muy tontos, ni muy listos, tanto un extremo como otro siempre es excepción, desagradable o agradable. Una generación no es más inteligente que la venidera ni al contrario. Otra cosa son los inmigrantes (por el dominio del idioma y la pertenencia a otra cultura) o los alumnos de un barrio marginal. Ellos necesitan una ayuda especial, una psicología adaptada y unos contenidos que se ajusten a sus circunstancias. Lo que no puede ser es que el Estado promulgue un plan de estudios para idiotas, porque los niños y los adolescentes no lo son en su gran mayoría. Yo apuesto por ellos, confío en ellos. Estoy convencida de que con sabiduría, pasión, tiento y paciencia, son mucho más que esponjas. No sé qué es lo que no funciona, pero es muy triste un reconocimiento estatal a la incapacidad de los profesores para motivar a los alumnos. Un estudiante está condicionado por la educación en su casa, eso nadie lo niega, el problema está en que nos están intentando colar la idea de que todos son subnormales bajo el lema de una "educación para todos" y el estandarte camuflado de la incompetencia docente.

domingo, 8 de mayo de 2011

Apaga y vámonos

En la actualidad tengo que coger un autobús todos los días para salir y llegar a mi casa en Madrid. Las reflexiones no han tardado en llegarme a la cabeza. Si en mi lista negra de los peores gremios de esta sociedad alcanzaban el top del ranking los peluqueros y los taxistas, ahora hay que abrirles un hueco a los conductores de autobuses públicos. Canalladas como dejar al personal fuera a -5 grados mientras ellos hacen cuentas dentro o salen a fumarse un cigarro o al baño, llegó un punto en el que ya no me sorprendían. Tampoco aquellas en las que no se paran en una parada cuando esta está vacía y una persona, a pocos metros, le hace señales de que pare. He visto cómo intentaban arrancar cuando alguien corría asfixiado hacia el autobús y los propios pasajeros teníamos que gritar, ¡Espere!, ¡Espere!, ¡Pare!, ¡Pare! No me voy a entretener mucho en su forma de conducir: peor que si llevaran ganado, muebles o piedras. Los músculos de nuestros brazos tienen que estar a prueba de frenazos bruscos, acelerones y curvas cerradas, como si circuláramos por un rally. Otras veces me habré tirado esperando en la parada veinticinco minutos para ver cómo luego pasan dos autobuses seguidos.

Ahora bien, sí me preocupan sus normas que, por supuesto, "ellos no ponen", pero que se empeñan en cumplir a rajatabla, por inmorales e ilógicas que nos parezcan. Todos sabemos que no pueden abrir las puertas para que salga gente antes de llegar a una parada, pero de ahí a quedarse estancado sin dejar salir a nadie en un atasco durante un cuarto de hora a diez metros de la parada, es una tomadura de pelo. También me revienta el tema de los animales: tengo que sentarme en asientos llenos de pipas, el suelo lleno de gusanitos y chicles pegados, el respaldo del asiento de delante quemado o completamente garabateado, los gristales rallados con inscripciones o sentarme junto a alguien que se resiste a ducharse todos los días o junto a unos chavales gritando y fumando sustancias psicotrópicas... eso sí, mi perra de cinco meses y seis kilos, no puede entrar ni en transportín ni en brazos ni de ninguna de las maneras. No pueden entrar animales (aunque al conducir no tengan en cuenta que llevan personas), pero tampoco maletas grandes ni carritos de la compra, así que si llevas mucho peso y no tienes rotos los bolsillos, o pagas al otro gremio estafador o asumes que eres Conan y te vas con todos tus bártulos andando.

Por último, quisiera cerrar mi malestar con la degradación de las degradaciones. Hace semanas me senté a esperar el autobús y una señora mayor se sentó a mi lado. Resoplaba y traía varias bolsas de la compra.
- "Tengo un billete de veinte euros y no puedo entrar al autobús, porque no me dan cambio".
-" Bueno", le contesté yo, "No se preocupe, yo le doy un euro".
- "No, si ya estoy al lado de mi casa, vengo andando desde el Rastro y estoy que casi me pongo a llorar. He intentado subirme en dos autobuses y no me han dejado entrar porque no tenía suelto, ¡a mis 90 años tengo que soportar estas cosas!".
Apaga y vámonos. Hay quienes establecen reglas sin nombre, sí, pero lo más grave es que existen personas sin escrúpulos dispuestas a aplicarlas sin sensibilidad, empatía ni educación. Nos quejamos de nuestros políticos (y no nos falta razón), pero a veces no hay que irse tan lejos para comprender que hasta en los más mínimos detalles de nuestra rutina diaria, existen personas con un trastorno muy serio en los valores más humanos. Cuando veo estas cosas me llego a preguntar si en realidad las cloacas también nos acechan sobre ruedas.

martes, 3 de mayo de 2011

Cuando poner tiritas a nuestra conciencia evita una escayola anual en la vida de otro

Conciencia se aplica, entre muchas cosas, a lo ético, a los juicios sobre el bien y el mal de nuestras acciones. Esta semana me he preguntado hasta qué punto el tener la conciencia tranquila no es uno de los mayores actos de egoísmo que se pueda tener, además de cobrarse el bienestar de los demás, muy por debajo del nuestro. Esto siempre lo he pensado con el tema de la eutanasia: cómo se puede anteponer la conciencia de una persona ante un drama vital. Son temas mayores y complejos, pero si se baja un poco el listón, mi situación es esta: si no hago todas las horas de las Prácticas, no puedo ser profesora, porque 30 clases más o 30 clases menos son decisivas en mi validez oficial como profesional de la educación. Mi tutora de prácticas me dijo “No puedo mentir, no me hagas esto”, decía mirándome los ojos enrojecidos. Yo no pedía nada, pero si lo hubiera hecho, menuda flagelación de petición para ella, a pesar de poder argumentar y justificar mis ausencias con partes médicos. Me llegó a pedir que anulara la matrícula del máster y todo. Ha habido tutores de prácticas que no han dejado que el alumno fuera a unan sola clase y han firmado como si las hubieran hecho todas. Sería gracioso que tras estos casos tan incorrectamente extremos, se me truncara a mí los estudios. Después de esto, me planteo qué repercusiones tendría en su conciencia si alega que he hecho prácticas de más y qué consecuencias tendría en mi vida su muy respetable sinceridad. Sólo espero dos cosas para su hija: que no pase por la enfermedad que he sufrido yo durante dos años y que si lo sufre, no se tope con una persona cuya objeción de conciencia no le domine más que el dolor ajeno. Hay que saber ponderar la trascendencia de nuestra ética frente a nosotros mismos y frente a un “paz y después gloria”, porque puede ser el fino hilo que separe el sufrimiento de la felicidad. Vamos, que si miente en el parte espero que lo supere (qué cosas más duras hay que hacer en esta vida) y si no lo hace me las arreglaré yo para vivir con filosofía el cisma que una conciencia demasiado ególatra ha preferido otorgarme.

lunes, 2 de mayo de 2011

Volverán los caracoles

Las rozaduras de las manoletinas alentaban contradictoriamente mi paso. Más lento, que duele, a ver si llegamos rápido a casa. Me gusta enfrentar mi rostro al cielo y recibir las gotas de lluvia como si las nubes estuvieran en plena orgía con una pastilla efervescente. Intento recibir con todos mis poros esas gotas frescas y tímidas, pero pronto la fina capa de maquillaje me alerta de que la superficie no es apta para el repiqueteo, que mi cara es una gran plaza de arena convertida en fango. Un ligero escozor en los ojos me hace intuir que también se me está corriendo el rímel. Da igual. El glamour pasado por agua puede contener trazas de atractividad y sexydumbre.
-¿Te gusta escuchar la lluvia? ¿Qué te dice?
-Mucho. Generalmente mucho más de lo que puedo entender, me parece. Aunque no por eso dejan de ser buenos consejos...  ¿Y a ti? ¿Qué te cuenta?
-Me pide que salga fuera, que me están esperando los caracoles.
Ayer me recibieron miles, nunca había visto tantos. En la calle Ribadavia se había desplegado un carnaval de babosas, de todos los tamaños, los ojos saludando el cielo y arrastrándose alegremente por el pavimento mojado. No son lentos, nosotros somos demasiado rápidos. Me coloqué diez por toda la mano y se me ocurrió una foto: sobre una espalda desnuda, colocar desde el final de la columna vertebral hasta la nuca una fila de gasterópodos. Queda pendiente para un día en el que no tenga visita, en el que al entrar en casa mi madre no duerma plácidamente en el salón, en el que el cielo no duerma sus lágrimas y los caracoles salgan de procesión.