jueves, 30 de junio de 2011

Terapioñana I


22/06/2011
            Ayer supe lo que era oler a fresa sin la necesidad de acercarme el fruto a la nariz. José Manuel paró el coche y me dijo, “Mira, inspira. Son campos de fresas”. Maduradas por el sol y dulces, ya no se venden, se pierde más dinero recogiéndolas que dejando que se echen a perder en la planta. Pero es ahora cuando están realmente buenas, aunque se vendan meses antes. Almonte tiene las fresas, Doñana, Matalascañas y El Rocío. De esta manera, la provincia de Huelva queda indultada de ser la más fea de toda España, pues tiene la ciudad más espantosa de toda la geografía peninsular.
            Después de muchos años, mi santa madre tuvo a bien de invitarme a coquinas. Qué decir que me supieron a gloria y los barquitos a algo más. También tuve la oportunidad de tomar el filete de ternera más bueno que yo recuerde. Casi se deshacía en la boca. Fue un momento gastronómico realmente afortunado.
            Por la tarde pisé Los Pajares después de años. La sensación fue cómica porque resultó que las impresiones que sentí siendo niña, son exactamente las mismas con más de diez años más. La diferencia es que todo era un poco más pequeño.

lunes, 20 de junio de 2011

Mensaje a Milka en su primer día de marea roja.


Hoy le ha bajado la regla por primera vez a mi hijita, Milka. Se trata de una chuchita que, ahí donde la ven, ha sido parte de mi terapia en el último año. Es tierna, cariñosa, juguetona, dormilona y rebelde. Ya me estoy encargando yo de que sea igual que su dueña, pero con menos uñas.
Milka, hubiera querido estar a tu lado, repetirte hasta la saciedad “quieta, quieta, no, no, ¡no!”, mientras te coloco la compresa en el rabito y las patitas y tú intentas escaparte o estafarme con besitos. Estás resignada porque eres buena y porque esta noche no estoy contigo. Hubiera querido que sucediera lo de siempre, que tu cuerpecito pegara un salto a mi cama cuando apago la luz y se hiciera una rosca en la esquina o roncara panza arriba, en el cielo. Quisiera decirte más que nunca que estoy a tu lado, que no pasa nada, que es un coñazo, los hombres, unos babosos y tú, una rompecorazones.
Me dicen que en la última foto sales muy guapa, que no te inmutas ante las levitaciones súbitas de tu mami. Di que no. Esta noche nos volvemos a ver en la luna.

jueves, 16 de junio de 2011

Mis padres y la moralidad que me sobra


No puedo decir que no volverá a pasar, porque soy muy despistada, pero que se me olvide tomar las pastillas matutinas no es la norma. Me olvido de tomarme una pastilla como se me olvida el móvil en casa o la férula para los dientes en el cuarto de baño. Pero esto no es pasarela para mostrar mi mala memoria, entre otras cosas, porque el diseño es el mismo todos los años. Mi memoria es magnífica para olvidar, por eso me abstengo casi siempre de mentir.

Echo de menos a mis padres y eso que tras vivir la vida sin ellos desde hace seis años, su último asedio no me ha hecho ninguna gracia. Tú ya eres mayor, Leila, es decir, que puedes hacer lo que te dé la gana, dijo mi padre, señalando las pastillas. Tuve que contestarle lo mismo que le dije a los jueces en el Psiquiátrico de San Lázaro, Leila, ya va siendo hora de que seas mayor y dejes de hacer tonterías, ¿no?, me decía una jueza. Mire, mi señora, dudo mucho que los niños hagan esto.

Pero a mis padres no se les puede chulear, porque cuando a unos padres les sobra los motivos para pensar que pueden dejar de serlo, el donaire es un exceso. Les respalda la mismísima Ana Sanz, con quien salgo mosqueada por no ampararme en mi agobio por la sobreprotección paternal. Puedo garantizar que mejoraré, pero no juro que no vuelva a hacer “tonterías”. Por una cosa o por otra, mentir tiene que sobrar en mi lista de argucias lingüísticas. Y si tengo que volver a casa tarde y tengo en ella a mi madre preocupada por saber a la hora que llego, no puedo quedarme, es superior a mi conciencia. Hace nada, en mi grupo de amigos escuchaba, Pues si desaparezco por la noche de casa, le escribo un mensaje a mi madre mira-mamá-que-me-quedo-en-casa-de-un-amigo y ya está. Lo que me pasa es que cuando he estado completamente sola, son ellos los que se han encargado de partirle las piernas a esta palabra. Y ante este hecho, igualmente mis mentiras, mis ironías y mi conciencia, ante ellos, sobran. Sobran cuando un día te creíste las verdades de la nada y tropezaron ante los brazos de quienes quieren contra viento y marea, dármelo todo.

lunes, 13 de junio de 2011

Manos mojadas, eso fue un atraco

Acosando al cielo azul del horizonte, sólo conseguí las rozaduras de las nubes negras. Me percaté justamente ese mismo día en el que comenzó a llover y se me llenaron de gotas los bolsillos. Por aquel entonces tú me miraste y no supiste decir ni contar mi nombre. Mis yemas, refugiadas en mi abrigo, comenzaron a emitir balbuceos sin sílabas dentro de aquellos saquitos de tela pegados a mis muslos, dejando mis dedos sin aire, titilando como diez estrellas apagadas. Caminé por las paredes huecas de tu pozo –llenos de ojos raspados- y me sorprendió no reflejarme en aquel espejo oscuro que miraba desabrido la pérdida de mi identidad. Primero tienes que saber relatar lo que viste en la nada cuando no supiste dormir, cuando no supiste contar los insomnios que adornaron alegremente tu cabeza. Luego tienes que mirarte el agujero más oscuro, aquel que te impulse a borrar todo rastro del lenguaje que embravecía tu saliva. Y cuando tus vocales no tengan colores, tus yemas no sabrán decirte, dentro de una membrana de hilos, qué mundo te toca, qué voces te cuentan, quién define tu nombre.

jueves, 9 de junio de 2011

Así están las cosas


Cito unos versos de uno de mis poetas vivos favoritos, Iván Legrán.

Últimamente
las cosas van mal; pero llevo bien
lo de que todo vaya mal.

Se te acostumbra el cuerpo y la mente y al final sólo se te ocurre dar las gracias si no pasa nada malo. Ni siquiera tiene que sucederme algo bueno. Me basta con que todo se estanque en un malestar, que por permanente,  ya se camufla en mi rutina sin que me perturbe demasiado. Ya me lo dijeron en París, “Leila, tu as une étoile noir”. Pues ya me lo estoy empezando a creer y todo. Tampoco me pongo demasiado brava, “Venga, ¿algo más?”, que cada vez el destino se hace más respetar, aunque a veces siga queriendo tentar a las circunstancias por si acaso algún día acierto y, en vez de tropezar con una piedra, me subo a ella para ver mejor. De perdidos al río, pero mejor si se sabe nadar. Es como estar mirando la vida con las gafas sucias y sólo al comienzo del día me pregunto cómo pude aguantar el día anterior hasta el final con tanta mierda en los cristales. Quizá es ese mi ambicioso deseo: levantarme una mañana y preguntarme cómo he sabido vivir durante casi tres años entre cristales, mierdas y demás cerdadas.