viernes, 4 de noviembre de 2011

Lucky star

“No la apagues, que quiero verte llegar”, protestó Guillaume cuando le apagué la luz del cuarto, vela en mano. “Tienes que dormir”, le advertí. Amanece muy temprano, con ese frío matinal propio de los tiempos en los que estamos y que nos aporrea fuera del nórdico invitándonos a seguir ronroneando juntos. Tras la ducha con mi ya rutinaria infusión, vuelvo al cuarto dispuesta a caer rendida, pero Guille está leyendo un libro de arquitectura, “Lo que diferencia a la arquitectura del resto del arte”, me leyó, “es que además es habitable...”. Bien, con eso no tendrá pesadillas. Sus ojos azules discurrían por la tinta delatando su cansancio tras una jornada de estudio y trabajo, sus pestañas, rizadas y alegres, titalaban de frase en frase, y su cuello, inclinado sobre las páginas, denotaba la curva del fin de un largo día.

Es la luz de mis ojos, de mis fotos. Quién me iba a decir a mí que me iría, de repente, a vivir con un chico y que su presencia en casa iba a ser mi mayor alegría y apoyo emocional. Estoy enamorada, sí y si me lo pidiera me casaba mañana con él. Guillaume es algo tan grande que resulta casi una evidencia que haya tenido que esperar tanto para insertarlo en mi vida. Mi familia le llama “Le miracle”. Apareció, como quien dice, in medias res, casual y muy oportunamente y se llevó dos de las fotografías más importantes de mi vida por el doble de precio por el que las vendía, “por lo que me ahorro en gasolina”, me dijo, y se fue en su bicicleta plegable, con toda la belleza de un espejismo en plena agonía de sed. Al segundo día de conocernos tuvimos muy claro que queríamos vivir juntos. Sentí una energía, ajena a mí, que me empujaba a seguirle, a inmiscuirle en mi ser como la más preciosa panacea que necesita un espíritu. Siempre dije que eso de las medias naranjas era una moñería social sin sentido alguno, que yo era un pomelo y el que tenía enfrente, por ejemplo, una ciruela. Pero Guillaume es mi media fruta, el litio que nunca tuve para sentirme, más que completa, llena. Muchos necesitan protegerse los ojos del sol con unas gafas, así Guille es ahora la funda protectora de mi corazón. Su personalidad rezuma tantísima sensibilidad que le convierte en una de las personas más maravillosas que he conocido, de esas que la sociedad se empeña en hacernos creer que sólo existen en el reino de lo utópico e imaginario.

Soplo la vela y me hago una bolita en la cama. Guillaume ya ha cerrado los ojos y pronto empieza a respirar rítmicamente. Cuando duerme parece un niño y siento la necesidad de protegerle, de taparle los hombros porque creo que puede pasar frío, de mantener constantemente una parte de mi cuerpo en contacto con el suyo, de darle la mano, si es posible. Cuando consigo dormir, solo continúa el sueño.

1 comentario:

No tienes que ser serio, se permiten chorrazos.